lunes, 18 de noviembre de 2019

DOCTOR AL Y MISTER ZHEIMER


EL DIAGNÓSTICO

De entre la baraja de enfermedades propias de la edad avanzada a mi padre le tocó Alzheimer, podría haber sido cáncer, enfermedad cardio-vascular, pulmonar pero NO le tocó esa… sin más paliativo ni remedio porque no lo hay… Siempre pienso en que vaya putada haber estudiado tantos años de tu vida para acabar dando ese diagnóstico que ya es como una epidemia mundial … o sea que debes de sentir que de entre todas las especialidades que te ofrecen la medicina has ido a parar con una en la cual una gran proporción de tus pacientes están irremediablemente condenados… lo único que puedes hacer es certificarlo, después extender unas recetas de medicinas que servirán de poco o nada (y lo sabes), mandar unas pruebas que confirmarán lo confirmado y sonreír compungido (en el mejor de los casos) al invitar al paciente y su familia consternada a una revisión en 6 meses, luego será en tres… luego…

¡En serio; tiene que ser muy frustrante… pero vamos que en ese caso después de ese momento de compasión ajena, me centré en mi padre…
No fue una sorpresa, de hecho mi hermano venía dando avisos desde hacía unos cuantos meses, “sabes qué?¿ Papá se equivocó de camino al ir a recoger a sobrino 2 al instituto”,  “se olvidó ir a por mamá al peluquero y ella se tuvo que volver andando a casa”, “le ha corregido un texto a sobrino 1 y se le ha pasado unos cuantos errores gramaticales y de ortografía”… esa última “distracción” fue la que me hizo temblar, porque mi padre siempre fue un poco de perderse (tiene el sentido de la orientación nivel comprensión de lectura de un votante de VOX) pero aquello” era algo nada propio de él, por muy jubilado que sea, mi padre sigue siendo maestro de escuela de vocación y alma; las faltas de ortografía le provocan desprendimiento de retina…

Ciertamente mi padre se tuvo que dar cuenta de esos episodios de “ausencia” y no puedo evitar pensar en el horror de aquella situación, es un poco como cuando te levantas después de una juerga descomunal y sabes que has hecho algo pero no sabes el qué… menos que mi padre es límite abstemio así que el pobre no tuvo ni el consuelo de la juerga ni la culpa del alcohol… a día de hoy me espanta pensar en su angustia, su incomprensión, su miedo al intuir lo que estaba pasando y la negación que vino después… No, no iba a ir al médico, qué vaaaa aquello sólo eran incidentes hasta graciosos, lo veis estoy perfecto y me recorro mis 30 km diarios en bici, tengo una salud de hierro, parezco de 65 en vez de 77… y era cierto, seguía siendo el hombre guapo que siempre fue, ese maestro alto de ojos azules, inmune a la calvicie y la grasa abdominal (vaya pena de genética más desaprovechada pensaba yo al mirarme)  que enamoraba a las madres de sus alumnos y a algunas alumnas precoces (ante mi total consternación y absoluta vergüenza ajena de hecho puesto que para mí era mi padre y punto).

Luego vinieron las caídas… primero en bici – nunca pudo explicar cómo pasó – luego en la cocina - así de repente y de todo su largo metro casi ochenta – y la última que le dejó sentado y casi le rompió el hueso del coxis. Fue la que le llevó al hospital donde ya empezó el rosario de pruebas que nos llevó al despacho del neurólogo… ya estaba el engranaje en marcha y la rueda no iba ya a parar de girar…
Para empezar el año 2018, y como mi padre es muy puntual, al amanecer del uno de enero, después de una nochevieja alegre como deben de ser las nocheviejas, mi padre nos despertó a todos con un “¡alguien entró en casa y me ha robado la cartera!” … nos levantamos todos como zombies y evidentemente intentamos hacerle entra en razón “vamos a ver papá, nadie entró, nadie escuchó nada y esta todo en su sitio” para poder dormirnos un poco más, pero fue sin éxito, tal era su vehemencia que no tuvimos más remedio que ponernos a buscarla… y claro, encontramos la cartera detrás de un portarretrato y el juró que esa misma persona debió de entrar de nuevo y ponerla allí… Feliz año nuevooooo familia (ojalá hubiese sido el día de los Inocentes pero no) El color del año 2018 (y los que seguirán) estaba dado y era marrón oscuro.  Sólo nos quedaba esperar a febrero para encontrarnos todos en el despacho del médico quien nos iba a confirmar que la Vie en rose es efectivamente una canción de Edith Piaf poco más… (por cierto, a Edith la vida le fue bastante negra, pero eso es otra cosa). Yo a esas alturas no me hacía ya ninguna ilusión, estaba claro, el Doctor Al y el Mister Zheimer habían entrado en nuestras vidas…  para quedarse…

Evidentemente, el neurólogo no dio su diagnóstico a lo bruto… no fue un “usted tiene alzheimer, que pase el siguiente” no, después de mirar los scanners y demás imágenes de los cortes cerebrales paternos (debían de ser clamorosos) le hizo unas preguntas, un test que mi padre encontró facilísimo e hizo casi a regañadientes (ese tío piensa que soy tonto) y aprobó menos por un detalle… fue incapaz de copiar un dibujo de nivel parvulario…  aún así sacó un 23/30 en el examen, lo que viene a ser un casi notable en toda regla (pensaba yo influida por mi optimismo rubio). Aún así mi padre no se quedó conforme con la nota, pero como hombre educado (casi demás) que es no iba a contradecir a todo un médico… la respuesta a la siguiente pregunta casi le dio un infarto, pero la teníamos que hacer porque de aquello también dependía la vida de mi madre, y no estábamos en condiciones de perderla… sabiendo la repuesta de antemano me arriesgué con un “conducir puede?¿”… el médico tuvo la amabilidad de no reírse en mi cara y contestó con un “hasta la próxima revisión no será posible” pero su mirada me decía claramente “y tú que crees rubia, le puedes quemar el carnet”… Yo miré a mi padre que tenía el semblante de Will ante un Demogorgón y le dije “ya ves papá por ahora nada de conducir…” y “por qué” contestó él… pues poooor… salió el médico en mi ayuda y soltó un “es incompatible con las medicinas que le voy a mandar, si estuviese involucrado en un accidente, la compañía de seguro se escudaría en eso para no indemnizarle ni cubrir nada, ¡menudos son!”. Yo pensé “Olé, ese médico no sabrá solucionar la enfermedad de mi padre, pero como psicólogo es bueno”, mi padre que es igual de educado que cumplidor con la ley y demás contratos, asintió a su pesar, pero acató la sentencia. Mi madre respiró aliviada por lo bajaní.

Nadie en la sala pronunció la palabra Alzheimer, ¿para qué mentar al diablo si ya había llegado, ¿verdad? Sólo mi hermano que es virgo de signo zodiacal y por lo tanto con necesidad de orden y cosas claras, al salir de la consulta se giró hacia el médico y dijo “¿entonces?” y el médico asintió con la cabeza… con eso bastó…

Al Capone, Al Pacino, Al Jarreau, Al Zheimer… lo sé, puede parece una tontería casi frivolidad dadas las circunstancias pero aquello era lo único que podía pensar al volver a casa… claro que sabía por la cantidad de cosas que había leído en google que Alzheimer se llamaba Alois de nombre (aún así podría ser Al Alzheimer en plan diminutivo) y que realmente no se habla de Alzheimer sino de enfermedad de Alzheimer pero me parecía gracioso o quizás era una manera típica mía de recurrir a la imaginación cuando no sé qué me depara el futuro… después se me ocurrió lo de Doctor Al y míster Zheimer no sabría deciros el porqué aunque fue acertado porque esa enfermedad tiene mucho de eso, convierte a la misma persona en dos personas, contrarias y contrariadas, quizás fue una inspiración fruto de mi angustia, llamadlo intuición… los meses me irían dando la razón… En cuanto a mi padre estaba como contento a pesar del disgusto del carnet de conducir, supongo que la ausencia de la palabra Alzheimer le animó, mi madre hacía de tripas corazón para parecer contenta “¿lo ves que no fue para tanto? Es lo que pasa con la gente como tú quien nunca se pone mala, os espantan los médicos”, mi hermano conducía callado, casi ausente pero yo sabía que en su cabeza se acordaba del abuelo, el padre de nuestro padre quien acabó mal de la chota y se estaba preguntando si él podría ser el siguiente… mi hermano es muy de fatalidad y maldiciones… entonces se me ocurrió lo de ir a tomar unos crepes con chantilly en la taberna de la Abadía… y mi padre, goloso por encima de todas las cosas, sonrió y dijo “cuando era un chico íbamos en bici a la Abadía pero al final nunca llegábamos porque siempre pinchaba uno, u otro no aguantaba más”… luego preguntó la hora por tercera vez en cinco minutos…

Mi madre no dijo nada acerca del azúcar de mi padre, mi hermano se olvidó de sus eternas prisas y nos fuimos los cuatro como cuando éramos niños… todos sabiendo que ya tocaba la hora de darle a mi padre esos caprichosos que él mismo, tan ahorrador y parsimonioso (cuando os digo que la genética conmigo no funcionó, es una prueba más), siempre se había otorgado a cuentagotas.
….

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