De entre la baraja de enfermedades propias de la edad avanzada
a mi padre le tocó Alzheimer, podría haber sido cáncer, enfermedad cardio-vascular,
pulmonar pero NO le tocó esa… sin más paliativo ni remedio porque no lo hay…
Siempre pienso en que vaya putada haber estudiado tantos años de tu vida para acabar
dando ese diagnóstico que ya es como una epidemia mundial … o sea que debes de
sentir que de entre todas las especialidades que te ofrecen la medicina has ido
a parar con una en la cual una gran proporción de tus pacientes están irremediablemente
condenados… lo único que puedes hacer es certificarlo, después extender unas
recetas de medicinas que servirán de poco o nada (y lo sabes), mandar unas pruebas
que confirmarán lo confirmado y sonreír compungido (en el mejor de los casos)
al invitar al paciente y su familia consternada a una revisión en 6 meses,
luego será en tres… luego…
¡En serio; tiene que ser muy frustrante… pero vamos que en
ese caso después de ese momento de compasión ajena, me centré en mi padre…
No fue una sorpresa, de hecho mi hermano venía dando avisos
desde hacía unos cuantos meses, “sabes qué?¿ Papá se equivocó de camino al ir a
recoger a sobrino 2 al instituto”, “se
olvidó ir a por mamá al peluquero y ella se tuvo que volver andando a casa”, “le
ha corregido un texto a sobrino 1 y se le ha pasado unos cuantos errores
gramaticales y de ortografía”… esa última “distracción” fue la que me hizo
temblar, porque mi padre siempre fue un poco de perderse (tiene el sentido de
la orientación nivel comprensión de lectura de un votante de VOX) pero aquello”
era algo nada propio de él, por muy jubilado que sea, mi padre sigue siendo
maestro de escuela de vocación y alma; las faltas de ortografía le provocan
desprendimiento de retina…
Ciertamente mi padre se tuvo que dar cuenta de esos episodios
de “ausencia” y no puedo evitar pensar en el horror de aquella situación, es un
poco como cuando te levantas después de una juerga descomunal y sabes que has
hecho algo pero no sabes el qué… menos que mi padre es límite abstemio así que
el pobre no tuvo ni el consuelo de la juerga ni la culpa del alcohol… a día de
hoy me espanta pensar en su angustia, su incomprensión, su miedo al intuir lo
que estaba pasando y la negación que vino después… No, no iba a ir al médico, qué
vaaaa aquello sólo eran incidentes hasta graciosos, lo veis estoy perfecto y me
recorro mis 30 km diarios en bici, tengo una salud de hierro, parezco de 65 en
vez de 77… y era cierto, seguía siendo el hombre guapo que siempre fue, ese
maestro alto de ojos azules, inmune a la calvicie y la grasa abdominal (vaya
pena de genética más desaprovechada pensaba yo al mirarme) que enamoraba a las madres de sus alumnos y a
algunas alumnas precoces (ante mi total consternación y absoluta vergüenza ajena
de hecho puesto que para mí era mi padre y punto).
Luego vinieron las caídas… primero en bici – nunca pudo
explicar cómo pasó – luego en la cocina - así de repente y de todo su largo
metro casi ochenta – y la última que le dejó sentado y casi le rompió el hueso
del coxis. Fue la que le llevó al hospital donde ya empezó el rosario de pruebas
que nos llevó al despacho del neurólogo… ya estaba el engranaje en marcha y la
rueda no iba ya a parar de girar…
Para empezar el año 2018, y como mi padre es muy puntual, al
amanecer del uno de enero, después de una nochevieja alegre como deben de ser
las nocheviejas, mi padre nos despertó a todos con un “¡alguien entró en casa y
me ha robado la cartera!” … nos levantamos todos como zombies y evidentemente
intentamos hacerle entra en razón “vamos a ver papá, nadie entró, nadie escuchó
nada y esta todo en su sitio” para poder dormirnos un poco más, pero fue sin éxito,
tal era su vehemencia que no tuvimos más remedio que ponernos a buscarla… y
claro, encontramos la cartera detrás de un portarretrato y el juró que esa misma
persona debió de entrar de nuevo y ponerla allí… Feliz año nuevooooo familia (ojalá
hubiese sido el día de los Inocentes pero no) El color del año 2018 (y los que
seguirán) estaba dado y era marrón oscuro.
Sólo nos quedaba esperar a febrero para encontrarnos todos en el
despacho del médico quien nos iba a confirmar que la Vie en rose es efectivamente
una canción de Edith Piaf poco más… (por cierto, a Edith la vida le fue
bastante negra, pero eso es otra cosa). Yo a esas alturas no me hacía ya
ninguna ilusión, estaba claro, el Doctor Al y el Mister Zheimer habían entrado
en nuestras vidas… para quedarse…
Evidentemente, el neurólogo no dio su diagnóstico a lo bruto…
no fue un “usted tiene alzheimer, que pase el siguiente” no, después de mirar
los scanners y demás imágenes de los cortes cerebrales paternos (debían de ser
clamorosos) le hizo unas preguntas, un test que mi padre encontró facilísimo e
hizo casi a regañadientes (ese tío piensa que soy tonto) y aprobó menos por un
detalle… fue incapaz de copiar un dibujo de nivel parvulario… aún así sacó un 23/30 en el examen, lo que
viene a ser un casi notable en toda regla (pensaba yo influida por mi optimismo
rubio). Aún así mi padre no se quedó conforme con la nota, pero como hombre
educado (casi demás) que es no iba a contradecir a todo un médico… la respuesta
a la siguiente pregunta casi le dio un infarto, pero la teníamos que hacer
porque de aquello también dependía la vida de mi madre, y no estábamos en
condiciones de perderla… sabiendo la repuesta de antemano me arriesgué con un “conducir
puede?¿”… el médico tuvo la amabilidad de no reírse en mi cara y contestó con un
“hasta la próxima revisión no será posible” pero su mirada me decía claramente “y
tú que crees rubia, le puedes quemar el carnet”… Yo miré a mi padre que tenía
el semblante de Will ante un Demogorgón y le dije “ya ves papá por ahora nada
de conducir…” y “por qué” contestó él… pues poooor… salió el médico en mi ayuda
y soltó un “es incompatible con las medicinas que le voy a mandar, si estuviese
involucrado en un accidente, la compañía de seguro se escudaría en eso para no
indemnizarle ni cubrir nada, ¡menudos son!”. Yo pensé “Olé, ese médico no sabrá
solucionar la enfermedad de mi padre, pero como psicólogo es bueno”, mi padre que
es igual de educado que cumplidor con la ley y demás contratos, asintió a su pesar,
pero acató la sentencia. Mi madre respiró aliviada por lo bajaní.
Nadie en la sala pronunció la palabra Alzheimer, ¿para qué
mentar al diablo si ya había llegado, ¿verdad? Sólo mi hermano que es virgo de
signo zodiacal y por lo tanto con necesidad de orden y cosas claras, al salir
de la consulta se giró hacia el médico y dijo “¿entonces?” y el médico asintió
con la cabeza… con eso bastó…
Al Capone, Al Pacino, Al Jarreau, Al Zheimer… lo sé, puede
parece una tontería casi frivolidad dadas las circunstancias pero aquello era
lo único que podía pensar al volver a casa… claro que sabía por la cantidad de
cosas que había leído en google que Alzheimer se llamaba Alois de nombre (aún
así podría ser Al Alzheimer en plan diminutivo) y que realmente no se habla de
Alzheimer sino de enfermedad de Alzheimer pero me parecía gracioso o quizás era
una manera típica mía de recurrir a la imaginación cuando no sé qué me depara
el futuro… después se me ocurrió lo de Doctor Al y míster Zheimer no sabría
deciros el porqué aunque fue acertado porque esa enfermedad tiene mucho de eso,
convierte a la misma persona en dos personas, contrarias y contrariadas, quizás
fue una inspiración fruto de mi angustia, llamadlo intuición… los meses me
irían dando la razón… En cuanto a mi padre estaba como contento a pesar del
disgusto del carnet de conducir, supongo que la ausencia de la palabra
Alzheimer le animó, mi madre hacía de tripas corazón para parecer contenta “¿lo
ves que no fue para tanto? Es lo que pasa con la gente como tú quien nunca se
pone mala, os espantan los médicos”, mi hermano conducía callado, casi ausente
pero yo sabía que en su cabeza se acordaba del abuelo, el padre de nuestro padre
quien acabó mal de la chota y se estaba preguntando si él podría ser el
siguiente… mi hermano es muy de fatalidad y maldiciones… entonces se me ocurrió
lo de ir a tomar unos crepes con chantilly en la taberna de la Abadía… y mi
padre, goloso por encima de todas las cosas, sonrió y dijo “cuando era un chico
íbamos en bici a la Abadía pero al final nunca llegábamos porque siempre
pinchaba uno, u otro no aguantaba más”… luego preguntó la hora por tercera vez
en cinco minutos…
Mi madre no dijo nada acerca del azúcar de mi padre, mi
hermano se olvidó de sus eternas prisas y nos fuimos los cuatro como cuando
éramos niños… todos sabiendo que ya tocaba la hora de darle a mi padre esos
caprichosos que él mismo, tan ahorrador y parsimonioso (cuando os digo que la
genética conmigo no funcionó, es una prueba más), siempre se había otorgado a
cuentagotas.
….
No hay comentarios:
Publicar un comentario